La delgada línea entre la “locura” y la “normalidad”.

 

Los asesinos en serie.

Hendrik Vaneeckhaute

Julio 2003

 

Con la entrega del supuesto ‘asesino de la baraja’, los expertos vuelven a hablar de lo que lleva a una persona a asesinar a otra. Según él mismo, quería demostrar que asesinar es muy fácil. Tiene toda la razón. En este mundo se asesina como nunca antes en la historia.

 

Para tipificar a los psicópatas, los expertos hablan de la necesidad de un proceso de transformación de la realidad. En un momento determinado, el asesino en serie empieza a crear un mundo de fantasía, paralelo a la realidad. Un mundo en el cual él mismo es un héroe, manejando un poder absoluto: la decisión sobre la vida y la muerte. A veces las víctimas son casuales (como parece en este caso). A veces las victimas cumplen con un determinado perfil, con determinadas características. Pueden ser físicas, como el color de pelo, o de comportamiento. El proceso de transformación, en muchos casos, suele originarse en un suceso traumático, del cual la persona no ha podido curarse bien.

 

Pero los llamados ‘asesinos en serie’, no son las únicas personas que matan ‘en serie’ a otras personas. En la sociedad existen varias personas que asesinan o están dispuestos a asesinar a seres humanos.

 

Un militar, recibe el entrenamiento para, en un momento determinado, ‘dar de baja’ o ‘eliminar’ a un(os) enemigo(s). (En este caso no se utiliza la misma palabra, aunque en el fondo es el mismo acto de quitar la vida de otra persona, un asesinato.) Para lograr tal objetivo, el militar también pasa por un proceso de transformación de la realidad, a través de su entrenamiento. Recibe un entrenamiento ‘físico’, de obediencia total, completado por un proceso de adoctrinamiento de la visión del enemigo a combatir. (Este enemigo siempre amenaza al mundo idealizado, de la Patria, del Orgullo, de la Libertad, etc.) 

 

El entrenamiento físico, no sólo tiene como objetivo obtener una buena condición física. Se crean ‘maquinas de combate’, ‘machos’[1] que creen en el valor de la fuerza física. ‘Mi fuerza me ayudará a vencer’, el débil (el enemigo, en el fondo, siempre es presentado como débil) es despreciable. Se crea a una persona que funciona a base de órdenes (no hay que pensar demasiado) y a base de acción – reacción.[2]

 

Más ‘interesantes’ todavía son los entrenamientos de las llamadas ‘fuerzas especiales’.  El entrenamiento suele ser más duro todavía (se necesitan maquinas infalibles en su tarea de asesinar), y casi siempre incluye un componente de humillación. Esta humillación[3] crea un trauma, destroza la personalidad propia. Después se puede reconstruir una personalidad al servicio del pensamiento ‘militar’.

 

En el proceso de transformación se crea también la ‘camaradería’ como un mundo propio, machista, que hay que defender siempre. ‘Nunca delatarás a tus compañeros’, y si tocan a uno, la ‘venganza’ es de todos. (Por ello también es tan difícil investigar a los crímenes cometidos por los militares. La reacción ‘natural’ –dentro de su lógica-, siempre es defender el otro.)

 

El interés, por parte del ejército, de incorporar cuanto antes a los jóvenes (o niños) en el proceso de transformación, siempre ha sido grande. Niños y jóvenes, son más fáciles para transformar, no tienen su personalidad construida del todo.

 

Llevados a sus extremos, los niños son los soldados perfectos. Su personalidad es todavía muy débil, y los traumas pueden causar mayor daño. De ello salen las maquinas de guerra más crueles, más ‘eficaces’. La guerra en Mozambique (en la década de los ’80) ha sido una de las más crueles en la historia de la Humanidad. Las fuerzas terroristas RENAMO (Movimiento Nacional Mozambiqueño, apoyadas por Occidente a través de Sudáfrica para combatir el entonces eje del mal, el comunismo) utilizaban a los niños para sembrar el terror más cruel. Para formar a los niños, se les obligaba a asesinar a amiguitos, hermanos o sus propios padres. A partir de allí, la guerra no tuvo límite ninguno en cuanto a crueldad. (Hasta la actualidad, el tejido social es casi inexistente en este estado que pertenece a los más empobrecidos del mundo.)

 

Para justificar el asesinato, se necesita, primero, a un ‘enemigo’, y segundo, una lógica que permite tal acto. En la historia de las guerras, se han utilizado muchas formas para la fabricación del enemigo, desde la organización directa de un atentado, adscrito al enemigo, pasando por la no-prevención de tales atentados, a pesar de tener el conocimiento, hasta la provocación sistemática de la contraparte para lograr su reacción. En este proceso de creación del enemigo, se suele quitar la ‘humanidad’ del adversario. Hay que ‘aniquilar’ a los terroristas (Presidente Putin, 7/7/2003), exterminar el Mal, erradicar la resistencia, etc. Una vez creado el enemigo, se construye la lógica que conduce al asesinato. En la realidad creada por un asesino, la ley, siempre está de su lado. La ‘ley’, puedan ser unas reglas inventadas en la mente, puedan ser leyes ‘anti-enemigos’ creadas con tal fin, pueda ser la lógica basada en pruebas fabricadas, o simplemente una interpretación jurídica-técnica de las leyes actuales.

 

Los militares de Chile o Argentina, en su mundo imaginario, no son culpables. Los soldados estadounidenses que combatieron en Irak, tendrán un nivel traumático mucho menos alto que en el caso de Vietnam. En esta guerra, el mundo creado artificialmente, tuvo un rechazo bastante grande en la misma sociedad estadounidense. Algunos militares, que lograron pasar por un proceso de transformación hacia la realidad, se convirtieron en activistas contra la guerra. Otros siguen luchando con sus traumas. Sólo los más ‘profesionales’, que siguieren en su mundo militar, no parecen padecer de traumas. Después de Vietnam, sirvieron en otras guerras sucias, asesinando dentro de la misma lógica.[4]

 

Si analizamos otros asesinatos, por ejemplos aquellos cometidos por las fuerzas militares israelíes en los territorios ilegalmente ocupados, vemos los mismos ingredientes. El trauma, en su origen en el Holocausto, ha llevado a un proceso de transformación de la realidad. Muchos israelíes ven el mundo como extremadamente peligroso, cualquier crítica es interpretada como anti-judía y siempre se refiere al Holocausto. El asesinato, aunque sea ‘selectivamente’ masivo, siempre está justificado, bajo la excusa de la defensa propia. Con la manipulación de los medios de ‘comunicación’, los interesados en la guerra se aseguran de esta transformación permanente de la realidad. Los atentados suicidas (que demasiadas veces aparecen en los momentos cruciales), ayudan a crear esta visión del enemigo omnipresente, a combatir con ‘toda la fuerza’. En los medios, estos atentados son ‘terroristas’, y las imágenes sangrientas. De los ‘ataques’ selectivos, no se suelen dar imágenes de las víctimas, y si les prestan atención mediática, muestran imágenes de personas que expresan su dolor y rabia de una forma culturalmente diferente, con lo cual se re-afirma  la diferencia con el mundo ‘superior’, ‘racional’ occidental.

 

Podemos también analizar el comportamiento de una persona responsable de miles de asesinatos en todo el mundo. El presidente Bush cumple con todos los requisitos. El presidente de EEUU, es visto como el ‘héroe’ defensor del mundo del ‘Sueño Americano’, y dispone del poder último de decidir sobre la vida y muerte de cualquier ciudadano del mundo. El proceso de transformación de la realidad está asegurado por la ‘asesoría’ de las personas de la extrema derecha que elaboran los informes con la visión del mundo adecuada. El atentado contra las Torres Gemelas, es el trauma perfecto. Toda la sociedad es mantenida en este estado traumático. El miedo es impuesto, a través de cartas con ántrax, la presencia militar en las calles, las alertas permanentes de posibles atentados terroristas, el enemigo diabólico, con sus ‘armas de destrucción masiva’, etc. Cuanto más trauma (miedo) se crea, más está asegurado el poder de la (extrema) derecha.

 

Esta estrategia se utiliza, con variaciones, en muchos estados del mundo. Los medios de comunicación (privados o al servicio directo de los gobernantes) dan una visión de la peligrosidad del mundo. Las cifras de criminalidad siempre suben cuando la derecha lo necesita. No puede haber un mejor aliado para crear una sociedad individualista, de competición ‘libre’, dónde el aparato de represión funciona perfectamente. Perfectamente, para provocar, crear inseguridad y crear enemigos (inmigrantes-delincuentes, anti-sistema o terroristas). Perfectamente, para la justificación de la defensa de los más poderosos, presentados como víctimas. La prevención de violencia, la creación de una sociedad igualitaria, la transparencia de los flujos de los capitales (objetivo principal de todos los crímenes), nunca serán ninguna prioridad para un régimen de derechas, o cualquier régimen dónde los gobernantes de turno están para enriquecerse.

 

Por suerte, siempre parece haber un nivel límite, a partir del cual nace la resistencia de grupos cada vez mayores. Una resistencia que siempre surge como un ‘caos’, porque no es controlable por una fuerza jerárquica de represión. Un caos, de centenares, miles de grupitos de gente, que independientemente se auto-organizan, crean conciencia, que no parecen tener jefe, ni coordinarse demasiado. Y a la vez, el poder se hace más corrupto, y se debilita por su propio egoísmo feroz y su lucha interna de poder.



[1] Una encuesta (del año 2000) efectuada en el ejército belga, con el 95,5% de las soldados encuestadas, el 36% había sido víctima de tocamientos y el 1,3% de una violación.

[2] Por todo ello, los militares no sirven para misiones de mantenimiento de Paz, dónde la realidad es mucho más compleja. Todas las misiones militares ‘de Paz’, siempre han tenido sus excesos. Matanzas de civiles (por ejemplo, abrir fuego contra un coche que no responde inmediatamente a la lógica militar), tortura de jóvenes somalíes (como en el caso de los cascos azules belgas en Somalia), violaciones sistemáticas de mujeres y chicas (como siempre ha sido el caso en zonas con bases militares estadounidenses en Filipinas), etc.

[3] Por el ejemplo el gritar de forma constante por parte del comandante, los insultos, las humillaciones. Un ejemplo son las denuncias de  la práctica de pasar 24 horas (o más) en pozo, con tus compañeros que te mean encima.

[4] En Colombia, varios de los ex-combatientes de Vietnam trabajan como mercenarios para las empresas privadas de ‘seguridad’ en la guerra sucia contra la guerrilla.