¿Tiene la ONU alguna autoridad –moral– en Irak?

Irak y la ONU.

Hendrik Vaneeckhaute - abril 2004

 

Después del desastre creado en Irak por la coalición de las fuerzas beligerantes, lideradas por Bush, Blair y Aznar, nos queda la pregunta, ¿cómo solucionarlo?

 

Lejos de traer democracia y libertad, Irak está sumergido en una espiral de violencia y caos, dónde sólo manda la tiranía de las armas y de las bombas y dónde la población está encarcelada tras las rejas de la violencia. (Además de los 15.000 iraquíes encerrados en campos de concentración, construidos con juiciosos contratos por empresas estadounidenses y vigilados por mercenarios.) La autoridad temporal iraquí, un gobierno de marionetas de Washington, no dispone de ninguna legitimidad, ni de poder de decisión real.

 

¿Qué derecho tiene EEUU para decidir sobre una ley, constitución o la forma del Estado Iraquí? La actitud del gobierno estadounidense es el reflejo de su profundo sentimiento de superioridad racista. Una actitud propia al pensamiento de superioridad de la cultura Occidental, que en EEUU ha llegado a unas características claramente fascistas. (Aunque no tan diferentes a las que siempre han tenido amplias capas de la clase política y económica, como reflejaron el apoyo y las buenas relaciones que mantuvieron éstas con Hitler. Sólo en 1942, cuando la expansión del tercer ‘reich’  amenazaba al poder de EEUU mismo, estas relaciones abiertas se ocultaron. Tardaron unos años más en ‘liberar’ a Europa – y sólo la parte que les interesaba, el fascista Franco pudo mantenerse, porque no representaba amenaza ninguna. Sesenta años después, todavía está prohibido criticar a los liberadores, cuando gracias al acero de EEUU –entre otros a través del empresario Bush abuelo  Hitler pudo construir su máquina de guerra.)

 

La brutal invasión de Irak, otra supuesta guerra de liberación de un dictador construido por EEUU, es en realidad un acto de terrorismo masivo con miles de víctimas, y sólo justificable desde este profundo sentimiento de superioridad racista. Hombres y mujeres, niños y niñas, las bombas asesinan sin discriminación ninguna a las poblaciones colaterales. Los llamados defensores de los valores, ni siquiera se molestan por contar los muertos y heridos, víctimas anónimas, desaparecidas por la fuerza, sin derecho ninguno. ¿Por qué no hemos visto ningún acto de conmemoración? Ni hemos visto las listas de los nombres de las víctimas. ¿A qué tribunal se dirigirán sus familiares para pedir justicia? ¿Al mismo que juzgará a Saddam Hussain? ¿Ese tribunal también juzgará a los que le apoyaron con armas y protección político en los años ochenta, cuando cometió sus peores crímenes?

 

El papel de la ONU en Irak.

La solución para Irak no es tan simple como poner el estado (y las fuerzas ocupantes) bajo mandato de la ONU. Lo único que se lograría es un todavía mayor desgaste de la ONU, y de su poca autoridad moral que le puede quedar. Cambiar el casco verde, por uno azul, es confirmar la ONU como objetivo militar legítimo para la resistencia.

 

Si la ONU quiere jugar un papel en Irak, tendrá que ganarse la autoridad para ello. Un primer paso sería condenar claramente la invasión como ilegal. El segundo paso consistiría en asumir todas las consecuencias de esta condena. (Como por ejemplo la persecución jurídica de los autores intelectuales y materiales.) Y el tercer paso sería dejar la doble moral que utiliza en otros conflictos y situaciones de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional. Ejemplos son la ocupación ilegal de Palestina y los crímenes cometidos por el ejército israelí, el campo de concentración mantenido por el gobierno de EEUU en Guantánamo y la actuación del ejército ruso en Chechenia.

 

Sólo así, la ONU puede jugar un papel en la transición de Irak hacia un estado soberano, en el cual los mismos iraquíes deciden sobre su futuro. Si no, la resistencia en Irak tendrá toda la legitimidad para considerar las fuerzas de ocupación y las autoridades que las dirigen, como objetivo militar. Porque sin justicia –sin condena de los responsables de la invasión–, la presencia de la ONU es la de un cómplice, culpable de omisión y protector de los victimarios.

           

Renunciar a la persecución de los culpables de la guerra ilegal contra el pueblo iraquí, no sólo es renunciar a la prevención de futuros crímenes y a la protección de los derechos humanos, sino también es renunciar al propósito principal de la existencia de las mismas Naciones Unidas, “Mantener la paz y la seguridad internacionales”.

 

El Estado Español e Irak.

El nuevo gobierno del estado español tiene una gran responsabilidad en la muerte de miles de personas en Irak. Por ello es necesario que contribuya a una solución para Irak y a la reparación de las víctimas causadas por el apoyo político y militar del anterior gobierno. Si el nuevo presidente del gobierno, Zapatero, realmente cree que la invasión de Irak fue ilegal, no le queda otro remedio que asumir las consecuencias:

- Como presidente de un gobierno de un estado que fue co-responsable de la guerra contra Irak, deberá reconocer a las víctimas, como víctimas de terrorismo y apoyar a sus familiares.

- Como persona que dice creer en la legalidad internacional, tendrá que perseguir con todos los medios policiales y jurídicos a los autores de los crímenes cometidos contra el pueblo de Irak;

- Como líder de un gobierno que dice luchar contra el terrorismo, debe retirar el apoyo económico, político y militar (entre otros la venta de armas) a los estados que participaron en la guerra y/o su posterior ocupación y a todos los estados que utilizan el terror en contra de su población.

 

¿Existe una solución para Irak en corto plazo?

La destrucción y el caos creado en Irak tras los bombardeos, la invasión y la ocupación son de tal magnitud que simplemente no existe ninguna solución a corto plazo.

 

Si de un lado, se quedan las tropas ocupantes más tiempo, bajo el mando de quien sea, habrá muchos más muertos –en su gran mayoría civiles inocentes–. Aunque se logre instalar un régimen iraquí, con una fuerza policial y militar propia, ése no tendrá la legitimidad necesaria para parar la espiral de violencia en la cual está sumergido el estado. Seguirá la resistencia con una gran base de apoyo social y se prolongará la violencia, que sólo se podrá combatir con más represión. El resultado será una guerra de baja intensidad (pero con un alto número de muertos) durante muchos años.

 

Del otro lado, si se van todas las fuerzas de ocupación, ¿cómo y quiénes asumirán qué papel en Iraq? Destruida la totalidad de la estructura política y social, no sólo por la invasión, también por la colaboración por parte de algunos líderes y grupos de la población, no existe autoridad legítima para organizar el estado independiente. Es ingenuo pensar que todas las fuerzas que operan en Irak dentro de la resistencia, tienen los mismos objetivos y las mismas ideas sobre la organización del estado. La salida de las tropas de ocupación, será seguida por un periodo de violencia (otra vez con la población civil como mayor víctima). Este periodo de violencia será más largo o corto en la medida que la sociedad iraquí encuentre un equilibrio y logre auto-organizarse. Cuánto más intervención extranjera haya que apoye a sólo una parte de la población o a uno de los grupos enfrentados, más tiempo durará el conflicto.

 

A pesar de este periodo de violencia previsible, la retirada inmediata y total de las tropas ocupantes de Irak es la única solución que a mediano plazo pueda dar una solución. No es dejar a los iraquíes a su suerte. Es devolver la soberanía a un pueblo con raíces culturales mucho más profundas que las occidentales, que saben resolver perfectamente sus conflictos. No hay que olvidar que sin la intervención y el apoyo de Occidente, Saddam Hussain nunca hubiera podido ser lo que era en 1991. (Como por ejemplo, tampoco Irán, sin las intervenciones continuas de Occidente, sería el estado poco democrático de ahora.)

 

La ONU podría jugar un papel, si entrara en un proceso de democratización real y asumiera su papel tal cual como lo expresan su Acta de constitución y los diferentes tratados sobre los Derechos Humanos, el Derecho Internacional y la resolución pacifica de conflictos. Pero no existen indicios que nos hagan pensar que la ONU pueda entrar en una reforma profunda que le dé la legitimidad necesaria para ser aceptada por todas las sociedades. Mientras tanto, la ONU, y en específico, el Consejo de Seguridad es un mero instrumento en manos de unos pocos estados occidentales para confirmar su poder y su actitud de superioridad racista hacia los demás estados colaterales, de la periferia, cuya población es sacrificable cuando se trata de la defensa de los intereses propios.